Érase una vez…Kamathipura
14 millones de personas traficadas, forzadas a prostituirse, obligadas a trabajar o extorsionadas hacen de India el país con el mayor número de esclavos en la actualidad
Mumbai. Los rascacielos perfilan el cielo. Al sur, un barrio. 14 calles. Un estrecho pasillo da paso a un corredor. Allí, se ve el patio de un edificio. Dentro, una barandilla. Mujeres de todas las edades se agolpan en ella. Esperan acuclilladas a los clientes. La discapacidad de algunas de ellas no es un “obstáculo”. Un pasillo. A ambos lados los dormitorios. Habitaciones de 3×5 metros cuadrados. Casi celdas. Casi jaulas. Algunos sharis húmedos extendidos en el suelo. Escasez de muebles. Pero no hace falta más. Algunas esperan allí. Su “hogar” sin serlo. Otras atienden a los clientes.
La calle. Proxenetas hablan de dinero. Se hacen intercambios. Quizá a unos metros, durante la noche, una dalal (proxeneta) rapta a una niña. Quizá un padre vende a su hija por unas rupias (moneda india). Mientras, una menor es llevada ante una gharwali (madame). Esta se la queda o la vende a otra madame por 10.000 rupias (160 €) o menos. Independientemente de la decisión, empieza la pesadilla. La explotación. La obligación a prostituirse para saldar una “deuda de vida” inexistente. Antes karza. Ahora adhiya. En español “ingresos compartidos”. Un sistema que obliga a compartir los ingresos con madames y proxenetas, reduciéndolos a un 40% del total que perciben originariamente. El motivo: cubrir los gastos de alquiler y de “seguridad”. Una seguridad inexistente. Al igual que la higiene. La tuberculosis es una habitante más.
Menores embarazadas. Niños que nacen entre los escombros. Dicen que más de 10.000. Sin embargo, es un dato incierto. No están registrados en ningún censo. Son niños sin nombre. Sin identidad. No existen para el mundo. Sólo para los proxenetas. Su destino está escrito con la única esperanza de que alguien los encuentre a tiempo. De lo contrario, las niñas serán prostituidas. Los niños, se convertirán en proxenetas. Raptarán a menores como lo fueron sus madres. Limpiarán las habitaciones. Recibirán el dinero de los clientes. Cuando se casen “serán libres”. A las niñas, en cambio, solo les queda esperar. La edad se encarga de pagar su “deuda”. Y es que a medida que se hacen mayores, los clientes pierden el interés en ellas. Esa pérdida de interés es su “pasaporte” a la libertad. Su oportunidad de recuperar su vida. El problema: la mayoría no tienen una vida a la que volver.
Mientras clientes entran y salen de un edificio, en frente una mujer se asea. Un coche caro atraviesa una de las calles. Dos animales pelan por comida. Bullicio. Dos realidades conviven en una misma vía pública pero no se chocan. Nunca. La mentalidad “naces pobre, mueres pobre” sigue reinando. La prostitución es una realidad aceptada. Demasiado aceptada. Las ONG tienen que tener cuidado. Un paso en falso impide el rescate de una víctima. La policía local no es confiable. Su “cooperación” con los proxenetas es habitual. La policía estatal es el canal. El contacto con ellos ha de ser directo. La precaución, no obstante, nunca ha de perderse. Vital.
Esto es Kamathipura. Un barrio al sur de Mumbai. Uno de los mayores burdeles del mundo. Un infierno, según aquellos periodistas y activistas que han estado allí, dentro de un país que cuenta con más de 14 millones de esclavos. Así lo señala el primer Global Slavery Index, publicado este mismo año. 14 millones de personas traficadas, forzadas a prostituirse, obligadas a trabajar o extorsionadas hacen de India el país con el mayor número de esclavos en la actualidad. ¿La ironía? India es también la mayor democracia del mundo actual.
Este artículo fue publicado originalmente en: Vidas Esclavas
FUENTES:
Martínez, Ángel. (11/12/2013). “Kamathipura: esclavitud moderna en la moderna India“. En la sección “Blogs sociedad” de El País.
Carmona, Antonio Miguel. (21/11/2013). “Kamathipura“. Diario Progresista
Author Profile
- Española y graduada en Periodismo y Magister en Periodismo Multimedia, he completado mis estudios entre Zaragoza, Madrid y Jena (Alemania). Tengo experiencia como redactora en varios medios, entre los que se incluyen la Agencia Efe y la revista digital universitaria La Huella Digital. He ejercido de traductora en varias ocasiones, incluyendo la Exposición Internacional de Agua y Desarrollo Sostenible celebrada en Zaragoza en 2008. Actualmente, formo parte de un grupo de investigación sobre visualización de datos, con el que he publicado varios textos. Activista y defensora de los derechos humanos, en el último tiempo me he centrado en la difusión de información sobre la esclavitud y la trata de personas. Para mí, concienciar a la gente sobre este problema es la clave para su erradicación.
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